INTRODUCCION

Al tratarse de la reconstrucción de la historia de las grandes civilizaciones de la antigüedad, es común que se tenga en cuenta su desarrollo económico, la doble determinación entre el aparato político y las instituciones religiosas, además de encontrar que la relevancia de estas sociedades antiguas se puede vislumbrar mediante el estudio de sus dinámicas internas particulares, en las relaciones que se establecen con otros pueblos y por medio de la observación del legado cultural que permanece vigente aún en nuestros días.

El espectro de posibilidades para abordar la antigüedad se torna cada vez más amplio en el sentido en el que temáticas tradicionales, aun cuando continúan suscitando gran interés, no se presentan como la única vía para tener acceso al pasado más lejano. Es así como, en este caso, el estudio del rol de la mujer en las grandes civilizaciones y en sus distintas manifestaciones no sólo representa una de las bases fundamentales para continuar llenando los enormes vacíos que encontramos en la Historia Antigua, sino que nos sitúa en otras categorías de conocimiento tales como la Sexualidad y nos lleva a replantear otras como el Poder.

No obstante a la hora del estudio de la Mujer encontramos que existen una serie de dificultades que hacen que el mismo sea insuficiente respecto de todos los aspectos de su vida, especialmente aquella que hacía parte de la base constitutiva y mayoritaria de la sociedad: la mujer del común.

Estas limitaciones están dadas principalmente por la ausencia de fuentes que señalen los diferentes aspectos de su vida cotidiana, bien sea porque no se produjeron o porque aun están por descubrirse, contrario a la existencia de fuentes cuyo lugar de producción fue desde la élite que siempre estuvo interesada en perpetuarse en el tiempo y lo consiguió. Asimismo, la búsqueda de la inmortalidad no sólo se daba en las cúspides sociales de la antigüedad, sino también a nivel de las clases mas bajas y gracias a esas expresiones contamos con vestigios, de carácter funerario especialmente, que nos arrojan muchos elementos de las vidas de las personas comunes, en este caso de las mujeres.

Es importante destacar que cada una de las civilizaciones que se tratarán a continuación (Mesopotamia, Egipto, Grecia y Roma) guardan entre sí enormes diferencias, aun dentro de las regiones que conformaban cada uno de los territorios que éstas ocupan, que se ven reflejadas en la concepción que tiene cada una frente a la Mujer, no obstante, entre sí también se dieron distintos tipos de vínculos y las mujeres fueron protagonistas en tanto ellas, en muchas ocasiones fueron comodines diplomáticos en aras de afianzar alianzas que de alguna forma con el tiempo, lograron influenciar de manera recíproca cada una de las visiones que se tiene acerca de ellas mismas.

Por lo tanto, los siguientes artículos tienen como objetivo central brindar a sus lectores una visión general acerca de lo que significaba en cada una de estas culturas ser mujer. La mejor forma de dar cuenta por un lado, de las diferencias y por otro, de las posibles similitudes entre las funciones de la mujer que van desde lo político, lo religioso, lo sexual, lo jurídico, lo social y lo económico, es mediante un ejercicio comparativo que permita identificar esos parámetros de forma más concreta y que permita entender que aun cuando es poco el renombre que tienen las mujeres en la historia antigua, salvo algunas excepciones, ellas son también base fundamental de sus culturas correspondientes, de ellas también dependió en gran parte la configuración particular de las dinámicas de su entorno.