La importancia de estas representaciones sexuales se basa en su persistente énfasis en la fertilidad de la mujer sin olvidar su simple función iconográfica, enseñar. Tanto en Mesopotamia como en Egipto, la relación entre religión y sexo va constantemente ligada a la socialización del culto y al manejo del cuerpo, el cual está atado a lo que es ético. Mientras el acto sexual se privatizaba, la religión junto con sus diferentes estrategias como la prostitución sagrada, lo convertía en un acto colectivo donde la socialización por medio de la charla permitía mantener un control social. De esta manera, la religión se convierte en soporte del sexo y viceversa, constituyendo el columna cultural de la sociedad antigua.

Muy ligado a la sexualidad en la antigüedad, es importante destacar la concepción de belleza que se tenía en aquel momento, para los mesopotámicos la belleza era leída a través de la grandeza de las caderas de sus mujeres, ya que esto representaba fertilidad, para los egipcios aunque la fertilidad era fundamental, el cuidado del cuerpo, del cabello y del rostro no sólo inspiraba placer, sino también marcaba el status social de la mujer. Debido a sus constantes y evolucionados cuidados corporales, los egipcios de la élite se convirtieron en los iniciadores del maquillaje y de la depilación, tanto hombres como mujeres cuidaban sus piernas, su piel, su rostro, su vestimenta y llegaron a crear deliciosos perfumes y ungüentos para sus necesidades diarias.

La idealización de la mujer de la élite egipcia se basó en la belleza y delgadez de sus piernas largas, en sus cabelleras negras, su cintura estrecha y sus senos firmes, algo totalmente distinto en los mesopotámicos, quienes vieron en la robustez y senos bastantes grandes el ideal de belleza de sus mujeres.

El papel social de la mujer variaba entre sociedades y status, la importancia de la misma radicaba más que todo en su capacidad reproductiva como muy bien lo dice J.P Vernant, pero las mujeres de la élite mantenían ciertos privilegios, aparte de su papel fecundativo, que las campesinas no tenían. Las funciones y las responsabilidades de las mujeres venían dadas por la costumbre y tradición. Por un lado, las mujeres campesinas mesopotámicas tenían que trabajar la tierra, cuidar la casa, a los animales y a los niños, mientras sus esposos comerciaban e iban a la ciudad; por el otro, las mujeres de la élite también tenían que cuidar y controlar sus casas, pero tenían la oportunidad de adquirir un puesto en el gobierno, en el comercio, como sacerdotisas o dentro de los estamentos militares.

Cabe aclarar que en comparación con las mujeres mesopotámicas de la élite, quienes eran representadas por sus esposos y padres; las mujeres egipcias podían tener puestos políticos de alto rango, ser comerciantes, sacerdotisas, agricultoras, tejedoras sin ninguna representación masculina, esto se demuestra claramente en el papel tanto religioso como político que desempeñaron las mujeres de la familia real, en especial las faraonas. Ya desde la I Dinastía podemos comprobar, sea por el número de tumbas de las Señoras de Palacio, sea, sobre todo, por los restos que se conservan de las importantes sepulturas de las reinas, la particular importancia del papel que representaba la soberana, cuya posición se mantuvo e incluso cobró más importancia todavía durante la historia de Egipto (6).